martes, 29 de septiembre de 2009

La Historia de nunca acabar


En los últimos años, para Racing, el clásico de Avellaneda ha sido un trago difícil de digerir. Tal es así que la academia no puede festejar desde él clausura 2005 cuando, venció de local a Independiente por 3 a 1 con goles de Juan Carlos Falcón, Marcelo Guerrero y Lisandro López, mientras que, para los diablos había descontado Nicolás Frutos. Ese partido parece quedar en el recuerdo para los hinchas racinguistas, ya que los últimos 7 encuentros entre estos equipos fueron 4 victorias-incluida la del último domingo- para Independiente y 3 empates. En el último partido se presentaban dos estilos diferentes. Por un lado, en el conjunto local, Ricardo Caruso Lombardi, presentaba un esquema que en los papeles parecía ofensivo-3-4-1-2, pero que en el desarrollo del juego iba a ser un claro 5-3-2. Porque los dos carrileros como lo fueron Marcos Cáceres y Brian Luy estuvieron más preocupados de ocupar la línea defensiva que la ofensiva. Era una táctica arriesgada, ya que, lo que va del campeonato, nunca se había utilizado este esquema, y era una prueba de fuego hacerlo justo en el clásico. De la vereda de enfrente, Américo Rubén Gallego presentaba un 4-3-1-2, con Ignacio Piatti como armador de juego. La estrategia que presentó Racing, la supo capitalizar muy bien Independiente, aprovechando de contraataque los errores y horrores defensivos que presentaba el local. La muestra mas clara, es el primer contraataque a los dos minutos de juego, Walter Busse desbordó y tiró un centro que Andrés Silvera inteligentemente sin tocar la pelota habilitó a Gandín que venía por detrás y clavó el 1 a 0 parcial. Racing no hacía pie, ni en el medio ni en la defensa, cada ataque del Independiente, era medio gol. Otra de las evidencias fue la ineficacia de los jugadores de la visita para ampliar el marcador. Es un mal que viene arrastrando el rojo desde hace tiempo y es un factor que influye y lleva a no tenerlo como protagonista en los últimos años. El mismo Gallego les pedía definición a sus jugadores, ya que en el primer tiempo pudo haber sido más abultado el resultado. Racing iba con más ganas que juego. Intentaba de pelotas paradas (casi empata, pero un cabezazo de Martínez dio en el travesaño), y con remates de larga distancia que para Gabbarini y la defensa de la visita era como un juguete para un chico. Todas las ganas del local se derrumbaron cuando Aveldaño le hizo un penal tan claro como innecesario a Lucas Mareque y que Darío Gandín no tuvo más que hacer que cambiarlo por gol. En el segundo tiempo fue lo mismo, solo que el equipo de Caruso encontró un gol tempranero, que reavivó las esperanzas de los hinchas que rezaban con llegar al empate. Pero nada cambió, todo siguió igual. De contra Independiente se lo perdía una y otra vez, Gallego preocupado por no definirlo, mientras que Racing llegaba como podía.

El trámite del segundo tiempo no cambió para nada, y fue el pitazo final de Saúl Laverni, el que dejó de festejos a Independiente y bien posicionado en la tabla para que los jugadores e hinchas se ilusionen. Es evidente que le falta mucho al rojo para que se parezca a un equipo, y logre esa regularidad que lo deje estar en la elite de la tabla. En cambio, Racing sigue sumergido en un pozo del cual no puede salir, sigue preocupado con la tabla de promedios que lo atormenta y sobre todo ya comienza a cuestionarse la continuidad del técnico. Esto es fútbol y todo puede pasar, con trabajo, ganas y sobre todo recuperar el ánimo que en las últimas fechas parece haberse perdido. El clásico deja secuelas, eso está claro, y por ahora parece que la historia no tiende a cambiar. Mitad de Avellaneda está de fiesta ¿Casualidad o consecuencia de realidades que viven ambas instituciones para que el clásico de barrio de los últimos años tenga un mismo intérprete en el festejo?

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